CIUDAD DE LA AMISTAD

CIUDAD DE LA AMISTAD
POR QUIROZ AGUSTÍN

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Don˜a Angela de Quitilipi, fuerte como un roble

Por Viviana Verónica Perez
Rosario, Santa Fe
Enviada a través de LT 2, Radio 2 de Rosario
Esta es la historia de una mujer fuerte como pocas, de un pueblito del Chaco llamado Quitilipi. Se llama ángela; para mí, querida suegra .doña ángela., porque a diferencia de muchas otras, mi suegra es un pan de Dios y una mujer de fierro.
A sus jóvenes catorce años se casó con Don Rómulo, se fueron a vivir a una casilla hecha de barro, con techos de chapa, sin luz y con agua de pozo: la rodeaba una pobreza extrema. Criaron caballos, animales de granja y trabajaban de peón cosechando algodón de sol a sol. El tiempo pasó y tuvieron trece hijos
- No quería tener tantos. decía con tristeza.
La ignorancia la llevaba a cuidarse con té preparado con yuyos del campo que ella misma cosechaba, recetas que le pasaban vecinas o comadronas y que obviamente no daban resultado.
- A los primeros los parí sola, un tiempo antes hacía un pozo en el piso de tierra y cuando el momento llegaba, llevaba una cobija, una cuchilla y un pan, porque después de parir me agarraba un hambre. Y me agachaba, hacía fuerza y el crío caía en el pozo. Mientras tanto yo cortaba el cordón y lo anudaba bien, para que no pase una desgracia.
- ¿Quién le enseñaba lo que tenía que hacer?
- Algo que me habían contado y un poco de instinto . me relataba hasta con un poco de vergü . Con el tiempo, me puse canchera. Después se mandaba a buscar a una vecina o comadrona, porque esto era cosa de mujeres, entre nosotras nos ayudábamos. Además, ya los tenía en la cama. Me encomendaba a San Ramón Nonato; también me daba cuenta si iba a parir un varón o una chancleta por los dolores en el parto, durante el embarazo de los varones podía cosechar sin problemas de vómitos o mareos, pero con las cuatro mujeres los partos fueron muy dolorosos y tardé mucho para tenerlas.
Los días de doña ángela eran muy monótonos. Se levantaba a las cuatro de la madrugada para ir a lavar ropa a la cañada. Después ayudaba a Don Rómulo a juntar los caballos, le daba mate cocido a los chicos y los mandaba a la escuela que quedaba a cuarenta kilómetros, que recorrían descalzos, sin abrigo, unos a pie y otros a caballo.
- Me daban mucha lástima mis hijos, pero no teníamos ni para comprar calzado o abrigo, ellos se pasaban la ropa de uno a otro y con tanto uso, se arruinaba mucho. Los chicos empezaban la escuela cuando la época de cosecha terminaba a mitad de abril, porque tenían que ayudar a cosechar el algodón. A los más chiquitos los dejaba a la cabecera del campo solitos y al bebé dentro de un fuentón vacío, de esos altos, de chapa, como si fuera un corralito. Los que eran muy chicos para cosechar, quedaban en la casa cuidándose unos a otros a la deriva de Dios. No podían faltar porque si lo hacían los echaban y cuanto más cosechaban, mejor les pagaban.
Doña ángela recuerda cómo le costaba cosechar con el sol a pleno y embarazada, ya por dar a luz:
- A veces cosechaba llorando, porque sentía llorar a mi hijo que había dejado en el fuentón y no lo podía atender. pero al ir alejándome, no lo escuchaba más.
Rezaba para que Dios lo protegiera hasta que ella regresara.
- Pasado el tiempo de cosecha, los chicos grandecitos iban a la escuela cansados pero contentos, llegaban sin quejarse de nada. Estudiaban con hojas y lápices que les daban en la escuela y con la panza chillando de hambre, al punto que a veces no podían prestar mucha atención por la debilidad. Al regresar, se ponían a jugar entre ellos a la pelota hecha con medias. Con latitas de sardina fabricaban autitos, los palos eran caballitos, con barro modelaban figuras de vacas o caballos. Se jugaba hasta con los rayitos de sol que entraban por los agujeros de la casilla. Trepaban a los árboles y las nenas se divertían con una soga para saltar o a la popa y a las escondidas. Ellos crecían felices. Los chicos tenían ese don especial para jugar y divertirse.
La infancia así se pasaba, a veces empañada tristemente por problemas de familia, porque cuando Rómulo terminaba de cosechar se quedaba jugando a las cartas, apostando lo poco que tenían y bebiendo mucho alcohol. Al llegar a su casa golpeaba a su mujer, delante de la mirada de los chicos que lloraban sin parar. Los hijos mayores defendían a su madre y varias veces la salvaron de la muerte.
Pero también hay recuerdos lindos; no todos eran tristes.
- Una vez, para la Navidad . recuerda uno de los hijos de doña ángela . me regalaron un paquete de masita de agua y ¡no las quería comer! Las masticaba y no quería tragarlas porque se iban a terminar. Estaba feliz con el primer regalo de Navidad que había recibido en la vida. Luego, papá nos mandó atrás de la casilla, porque los mayores tenían que comer y nosotros comimos ahí. Otra vez, para un mundial, nos invitó el patrón a su casa para ver el partido de Argentina. Contentos, fuimos porque no sabíamos lo que era un mundial y jamás habíamos visto televisión. No van a poder creer lo que nos hizo: como nosotros tampoco lo podíamos creer, nos abrió la ventana y nos hizo verlo desde afuera. Por ser pobres nos humillaron de mil maneras, pero no podíamos decir nada. claro, perdíamos la única fuente de trabajo.
El tiempo pasó, algunos chicos mayores se casaron, unos viajaron para Rosario, donde lograron progresar y de a poco convencer a doña ángela para que se mude con ellos a la ciudad.
Una noche, su hijo Hugo, que era discapacitado motriz y mental, a quien ella cuidaba con todo su amor y protección, tuvo una convulsión y falleció mientras dormía. El dolor la desesperó. El médico no llegó para salvarlo. Fue el primer golpe duro de la vida, un golpe que ninguna madre espera tener porque la ley de la vida es otra; que un hijo no parta antes que una.
En 1980 ella abandonó su hogar para salvarse de las palizas de su marido, porque un día no viviría para contarlo. Don Rómulo quedó al cuidado de una de sus hijas casadas.
Dejando atrás esa tierra que la acunó, que la vio crecer, primero fue a despedirse de la tumba del hijo que había perdido y, con lágrimas en los ojos, partió hacia Rosario junto al resto de sus hijos menores. Se instalaron en una casilla y las primeras noches no podían dormir porque pensaban que el ruido de la ciudad era el de una tormenta que se avecinaba. De a poco fueron dejando atrás el pasado en el pueblo. Cada hijo se desempeñó en un trabajo digno: uno trabajaba de albañil, otro en una librería y los menores cosían zapatos. Vieron que los patrones, por suerte, no eran todos iguales, que había gente que valía la pena. Crecieron económicamente y así pudieron alquilar una casa digna y concurrir a la escuela secundaria. Pero cuando uno de ellos entró en el servicio militar, se avecinó algo terrible: en las Islas Malvinas se declaró la guerra y su hijo partiría a luchar por la patria.
Doña ángela vivió con mucho dolor la agonía de no saber si su hijo regresaría, hasta que la guerra terminó y su hijo regresó a sus brazos sano y salvo.
La vida la golpeó dos veces más: un hijo tuvo un accidente del trabajo y otro sufrió una grave enfermedad. Ambos desenlazaron en la muerte.
Con tan pesada cruz sobre sus hombros, doña ángela sigue de pie, fuerte como un roble, gozando de buena salud, disfrutando de sus hijos, sus treinta y dos nietos y sus otros tantos bisnietos.
Si ustedes la vieran ahora, tan cambiada. Hoy tiene 80 años, sigue levantándose por la madrugada para lavar ropa, luego limpia su casa de punta a punta y hace los mandados casi corriendo, porque le parece que el tiempo la corre. Cada tanto viaja a su pueblito para visitar a su hija y su familia. Cuando don Rómulo falleció, lo lloró muchísimo porque a pesar de todo lo que le había hecho, él siempre fue el hombre a quien amó. Hoy ella nos da un ejemplo de fortaleza, de mujer. Ahora que pasó el tiempo, sorprende verla convertida en una mujer arreglada, fina, pero sin perder una gota de la humildad y simpatía con la que nació.

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PATRICIO "Naná" OLIVERA


Al decir de cantautores como Zito Segovia o Mario Bofill, cada pueblo tiene a lo largo de su historia distintos personajes quienes, poseedores de capacidades diferentes, se destacan entre sus habitantes por alguna característica singular. De entre los que ha tenido Quitilipi, quien por ser contemporáneo y por su innegable simpatía se distingue Patricio “Naná”Olivera.
De este pintoresco personaje poco se conoce con certeza, los pormenores de su nacimiento y de sus primeros años se hallan envueltos en un halo de misterio que, probablemente, tiene que ver con creencias y costumbres propias de su estirpe.

De raza Toba, nació con capacidades diferentes en fecha indefinida en el lote 39 de la Colonia Aborigen Chaco, en el paraje conocido como “4 bocas”, próximo a la Escuela N° 569 (Ex N° 35). Sus padres fueron Eustaquio Olivera y Martina Fernández, pero se crió con sus abuelos: Juan Olivera, conocido como “Lemat”, que oficiaba de “Piogonac” (Pi´oxonaq: curandero), y  Catalina, conocida como “Pecaic” (c qapecaic: renga). 

Hizo su aparición en la Colonia a fines de la década del 60 a la edad estimada de 13 o 14 años, entendiendo muy poco el castellano en virtud de que sus abuelos solo se comunicaban en el idioma Toba.  Su desprotegida apariencia pero respetuoso comportamiento, pronto acaparó la atención de la gente y maestros de la colonia; de tal manera, que lo vistieron, atendieron sus necesidades básicas e hicieron frecuentar la escuela.

Se presume que de niño contrajo tuberculosis ganglionar, lo que pudo haber afectado sus cuerdas vocales y hoy le permite hablar solo con dificultad y que las palabras na-na  de las que deriva su apodo pueden ser las voces con que sus abuelos lo prevenían de los peligros (fuego = nana).

El aprendizaje de las pocas palabras que hoy pronuncia en castellano son obra de la señora Emilia Navarrete, entonces maestra de primer grado de la escuela N° 14, que con especial y amorosa dedicación enseñó a Naná el limitado vocabulario con que se comunica.

Patricio Olivera, tal su nombre, pronto se hizo popular y querido en la colonia, en la que recorría los lugares y casas ganándose el aprecio de la población. 

Su inserción en la comunidad de Quitilipi tiene que ver con la persona de don René James Sotelo, su principal guía y protector, a quien Naná aún recuerda como papá, y con las primeras Ferias de Artesanías que se realizaban por entonces en instalaciones del Centro Del Menor (hoy Residencia Juvenil N° 3), en las que nuestro personaje recibía del personal especial atención y cariño.

Con el tiempo, las visitas a la ciudad se fueron haciendo cada vez más asiduas, hasta que luego de la muerte de su abuelo la adopta como lugar de residencia casi permanente.

Su vida en nuestro pueblo transcurre plácidamente, visitando cuanto lugar se le pueda ocurrir: oficinas públicas, iglesia, entidades oficiales, escuelas, cultos, lugares de espectáculos, comercios y casas de familia reciben inesperadamente la respetuosa visita de Naná, quien con sus medias palabras no falla en el modo de transmitir sus necesidades o intenciones de comunicarse. La particular forma de su comportamiento, su aspecto aseado y un gesto siempre cordial en su rostro hacen que permanentemente sea bien recibido en todos lados, hallando continuamente un lugar donde vestirse, comer o dormir.

Su habitual presencia en todo evento público hizo tan popular a Patricio Olivera que recibió importantes galardones: fue retratado en un hermoso cuadro en carbonilla por el renombrado artista plástico Menoldo Diaz; el joven cantautor quitilipense Alan Guillén puso música y grabó en su homenaje el chamamé compuesto por el también quitilipense Ramón Aponte A vos, Naná”, y en el mes de diciembre del año 2006, en el marco de las festividades de la 29° Feria de Artesanía Chaqueña, el Ejecutivo Municipal por Resolución N° 566/06 de fecha 1/12/06 dispuso imponer su nombre al escenario público ubicado en la intersección de Avda. 25 de Mayo y calle Córdoba, sitio de realización de las Ferias de Artesanías. 

El Observador
Fuente: Ladiz Esther Fortini – Docente, Sergio Ramos y Nicanor Fernández;  Personas Destacadas de Mi Ciudad (2007)

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RENÉ JAMES SOTELO                                         (1928 - 1981)
Docente e indigenista de auténtica vocación, eligió volcar el fruto de su inmensa capacidad creadora en la revalorización del hombre y la cultura aborigen. Ofrendó su vida por esta noble causa y dejó la impronta de su trabajo infatigable, para que las nuevas generaciones comprendan la necesidad de una sociedad más integrada y justa.

Nació el 24 de agosto de 1928 en la zona rural de Quitilipi, cercana a la Colonia Aborigen Chaco. Obtuvo su título de Maestro en la Escuela Normal de Corrientes, y por su destacada actuación en la profesión docenteadquirió merecido prestigio dentro y fuera de la provincia y el país. Fue reconocido como primer alumno en el Curso para Maestros Rurales Argentinos (Bs.As.,1958), organizado por el Consejo Nacional de Educación y la UNESCO, y la misma distinción tuvo en el curso realizado en el Centro de Educación Fundamental para América Latina (CREFAL), con la organización de la UNESCO(Pátzcuaro-México,1959).

De  regreso a Quitilipi, fue fundador y Director ad honórem de la Escuela para Adultos N° 12 “Francisco P.Moreno”; profesor ad honórem del Colegio Popular Secundario, que luego se oficializó como Escuela Normal; participó en la fundación de la Biblioteca Pública“Humberto Benito Andolfi”. Fue Regente del Departamento de Aplicación de la Escuela Normal y Director de las Escuelas Primarias Nos. 71 y 384. Y también en su ciudad natal se desempeñó como Director Municipal de Cultura ad honórem. De inestimable valor ha sido su aporte a la Asociación Amigos de Quitilipi, entidad señera proyectada para el desarrollo de la comunidad y reconocida en reiteradas oportunidades como ejemplo de organización.

En el ámbito gremial docente, fue miembro fundador de las Asociaciones de J.J.Castelli y Quitilipi; fundador y presidente de la Federación Chaqueña de Docentes, delegado del Chaco ante la Confederación Argentina de Maestros y Profesores (CAMYP), delegado argentino ante la Confederación de Educadores Americanos (CEA) y delegado del Chaco ante la Obra Social del Consejo Nacional de Educación.

El Maestro René James Sotelo fue precursor de ideas e iniciativas que fructificaron con la creación de la Asociación Amigos del Aborigen y la iniciación de una política indigenista basada en el respeto de las pautas culturales de los antiguos pobladores del suelo chaqueño. Promovió la Feria de Artesanía Chaqueña con un grupo de colaboradores, en su mayoría docentes, para mostrar al universo cultural las creaciones de los artesanos aborígenes; desde 1968 hasta la fecha se han realizado 32 ediciones, con éxito creciente. Las piezas artesanales premiadas pasan a conformar el patrimonio del Museo Artesanal “René James Sotelo”, viejo anhelo suyo creado en 1992 por sus discípulos, preservado y acrecentado en el tiempo hasta convertirse en “único en Latinoamérica de artesanía exclusivamente aborigen y uno de los mejores del país en su género”, como lo expresó la directora Mirtha Presas, del Fondo Nacional de las Artes.

La gestión de Sotelo como Director Provincial del Aborigen permitió accionar a favor del desarrollo económico, social y comunitario de las etnias qom (toba), wichi y mocoit (mocoví), revalorizando la cultura aborigen e integrándola con la comunidad provincial y nacional. Fueron creados varios Puestos Sanitarios en lugares alejados y escuelas primarias en la ColoniaChaco, El Sauzalito, El Colchón, El Algarrobal, Olla Quebrada y otros parajes de El Impenetrable. Mención especial merece la tarea de organización democrática de las comunidades rurales, funcionando plenamente hasta en aquellos tiempos de gobierno de facto, cuando no lo podían hacer otras instituciones del país. Pocos días antes de su muerte, el 26 de abril de 1981, asumió la representación de las comunidades aborígenes para entregar al Gobernador del Chaco las Ruinas de La Cangayé, lugar donde en 1774 acordaron la paz el Cacique Paykín y el gobernador Matorras.

Relevantes personalidades, escritores, historiadores, periodistas, políticos y educadores chaqueños, así como entidades sociales, gremiales y culturales, en especial de las comunidades aborígenes, se han pronunciado públicamente reconociendo su personalidad valiosa y ejemplar como docente, autodidacta, investigador, gremialista, indigenista y trabajador comunitario. Por esa razón llevan su nombre un aula de la Escuela N° 187, la Escuela N° 14 de la Colonia Aborigen Chaco y el Museo Artesanal de Quitilipi. Su fecunda existencia fue tronchada el 14 de mayo de 1981.

Su tesonera labor de muchos años se orientó a la integración, sustentada por la convicción de que los aborígenes deben tener su lugar en la comunidad nacional. Este concepto está siendo reconocido cada vez con mayor firmeza por las generaciones actuales, y es preciso consolidar ese cambio con la difusión de sus ideas renovadoras.

Por Resolución N° 2303/09 de fecha 30/12/09 el Ministerio de Educación Cultura, Ciencia y Tecnología de la Provincia incorpora el día 14 de Mayo, fecha de su fallecimiento, al Calendario Escolar 2010.

El Observador

Fuente: Héctor Mario Rivero

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